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          A mí también me timaron en el taller

          A mí también me timaron en el taller

          @Eloy Renobales - 07/04/2009 06:00h




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          La semana pasada recibí un talonario con cheques-descuento que me enviaba  un concesionario oficial de la marca del coche que uso. Con estos talones podría realizar distintas revisiones y reparaciones en su taller beneficiándome de hasta un 25% de reducción en el precio. ¡A buenas hora mangas verdes!, pensé yo, acordándome de la paciencia que había tenido con este servicio y que hace ya más de un año agoté. Entonces, después de más de cuatro años como cliente, decidí no volver a utilizar los talleres oficiales. Casi un lustro en el que todo han sido sorpresas negativas a la hora de retirar el coche y pasar por ventanilla. Digo sorpresa porque siempre me han obligado a firmar una cláusula de ‘renuncia a presupuesto’ y mi estimación nunca ha alcanzado ni de lejos el total de las facturas que finalmente resultaban. Y les estoy hablando de un utilitario, no de un vehículo de lujo o de alta gama.

           

          Cuando he comentado esto con distintos conocidos, no encuentro más que una indignación generalizada. Su experiencia es similar: coste exagerado, precios de los materiales desorbitados, reparaciones inesperadas o que no entienden y en algunos casos muy repetitivas, etc. Yo les animo a pasar a la acción, a buscar alternativas en talleres que ofrecen una relación calidad-precio más honesta y ajustada a la realidad. Si bien es cierto que los concesionarios oficiales tienen que cumplir con los precios impuestos por su casa matriz, no lo es menos que muchos de los que no lo son pueden realizar el mismo servicio con un menor coste.

           

          En los últimos años, las empresas del sector del automóvil han cambiado sustancialmente la estructura de su cuenta de resultados. Los márgenes por ventas de vehículos han visto cómo eran alcanzados por los de venta de recambios y prestaciones de servicios, entre los cuales están las revisiones y reparaciones. La bajada de los primeros, producto de la competencia y, más recientemente, de la caída de ventas, la compensa parcialmente la subida de los segundos. Aquí observo cosas que claman al cielo. Nunca he entendido cómo un coche puede tener el mismo período de garantía que, por ejemplo, una máquina de fotos. Tampoco es comprensible que, en ciertas marcas, hay averías que se sabe que se van a producir sí o sí. O que actualizaciones de ciertos instrumentos (el GPS por ejemplo) sean obligatorias a precios desorbitados puesto que seguir con la primera versión inutiliza el aparato en cuestión.

           

          Las posibilidades que ofrecen los países con mano de obra barata han sido aprovechadas por la mayoría de los fabricantes para reducir costes. Ahora bien, para el usuario es obvio que en muchos casos, se han utilizado piezas baratas que acaban en averías. Yo he sufrido el tristemente conocido caso de las ventanillas automáticas que se acaban cayendo pasado un tiempo (curiosamente siempre fuera del periodo de garantía). Es el resultado de un cambio que puede haber ahorrado no más de un euro por unidad al productor pero cuya reparación cuesta no menos de 120 euros, además de la inconveniencia de circular sin ventana durante un tiempo. Anécdotas de este tipo se cuentan por cientos en conversaciones de amigos y foros en la red. El cabreo mayor surge cuando claramente la avería viene de defectos de fabricación o piezas de baja calidad pero ya fuera de una garantía a todas luces insuficiente. La sensación de impotencia, de tomadura de pelo, es bien grande.

           

          Para hacérselo corto, caballero: 700 euros

           

          Este sentimiento aumenta cuando la discusión deriva en respuestas del todo ininteligibles para el ciudadano de a pie. Estas suelen ser del tipo: "Lamentablemente eso no va a poder ser, los sistemas internos de memoria se descargan automáticamente cuando la fecha del ordenador del coche es distinta a la que marca el aparato así que el chip interno a su vez manda un mensaje al sistema operativo que hace que el condensador de flujo no mande una señal correcta al capacitador correspondiente. El proceso requiere de una desconexión y puesta en marcha desde cero del circuito integrado. Para hacérselo corto, caballero: 700 euros". Nítido. Tengo un amigo taxista que me suele traducir a cristiano ese lenguaje y entonces mi rabia llega al máximo pues a él, en su cooperativa, lo mismo le viene a salir por 20 euros.

           

          A mí me gustaría seguir el ejemplo del taxi y tratar de agruparme con otros conductores indignados para dejar las quejas en su sitio y conseguir reparaciones a precios más justos. La crisis se está dejando notar también en los talleres, como reflejan los descuentos que les comentaba al principio. La tan temida deflación es, en muchos casos y este es uno de ellos, necesaria. Es el resultado natural de muchos abusos cometidos. Hagamos que esta crisis juegue a nuestro favor. Exijamos al comprar el coche mayores garantías. Busquemos el taller honrado que hable un lenguaje claro, que ofrezca un presupuesto, que se responsabilice de las reparaciones efectuadas y que de precios justos. Existe. Yo lo encontré.

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